martes, 1 de diciembre de 2009

DESNUDO

("El príncipe impostor" Pintura de Domingo Barreres)
De repente me asomé por la ventana. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. No podía ser, volví a mirar, pero sí, sí era. Hace tiempo me comentó que lo haría. Yo creía que era una de sus innumerables fantasías, pero nunca pensé que sería capaz. Estaba paseando desnudo delante de las hijas de rey, justo el día en que estaban retratándolas. Yo estaba aterrorizada, no podía moverme de la ventana, quería irme, que no me viesen, pero a la vez quería quedarme, demostrar que estaba con él, que pensaba lo mismo. Mi cuerpo quedó petrificado. Ahí estaba yo, cobarde, confusa, con uno de esos trajes ridículos, los que acostumbraban a vestirme. Tenía hasta un collarín que me impedía mirar hacia otro lado, para qué quería mirar otras cosas, pensaban ellos, con lo que tenía delante ya tenía demasiado. Ese era mi mundo, un mundo en el que no me encontraba. Mi cara se había convertido en el puro reflejo de lo que sentía: tristeza, asco, impotencia.
En cambio, él estaba allí, tan contento, feliz. Estaba haciendo justo lo que había soñado. No tenía miedo a lo que pudiese pasar, sólo actuaba con lo que sentía su corazón. Odiaba profundamente a todos, sus vidas, su hipocresía, su opulencia y necesitaba demostrárselo desnudo, conforme era él, transparente.¡Cuánto hubiese dado por estar allí con él! Seguro que mi vida hubiese cambiado. Pero no me atreví, y por ello continué con la vida que alguien programó para mí, pero que no era mía, era dejada.
No sé qué fue de él, no lo volví a ver. Nadie sacó el tema. Es como si no hubiese ocurrido nunca. Me hicieron creer que todo fue un sueño.
María Trinidad Segura Ferrandis

No hay comentarios:

Publicar un comentario