martes, 1 de febrero de 2011

ALGO ESTÁ PASANDO

Rodaba el coche sobre la carretera conducido por Raúl.

Mientras guiaba escuchaba música a todo volumen.

Era de noche, las luces no iluminaban muy bien la carretera y la niebla empezaba a extenderse.

De pronto un extraño y seco ruido lo alarmó, no había salido de su asombro cuando otra cosa cayó encima del coche. Se detuvo y bajó.

Nunca había visto nada semejante. Del cielo caían pájaros muertos, la carretera estaba llena, uno de los animales le rozó el hombro.

Sintió miedo y algo asustado entró en el coche, pisando el acelerador escapó de aquella pesadilla.

Estaba un poco alterado y le venían a la mente escenas de muerte.

¿Qué está pasando? —se preguntó.

Por unos instantes olvidó a dónde iba y qué hacía en aquella carretera.

Salió de la habitación del hotel sin lugar ni rumbo fijo. Sólo observaba lo que sucedía a su paso.

Al cabo de unas horas conduciendo, se sintió cansado, se detuvo y durmió.

No supo el tiempo que pasó.

Amanecía, tenues rayos de sol le dieron los buenos días y unos golpes en los cristales le despertaron.

— Señor, salga del coche—dijo un policía,

Raúl se frotó los ojos, no entendía nada.

—¿Qué pasa, agente, he hecho algo mal?

— No señor, sólo que ha estado durmiendo al lado del lago “Azula”, donde han muerto miles de peces, y no sabemos por qué. Debe irse, este lugar está contaminado.

—¿Peces, no eran pájaros?

¿Se encuentra bien? —dijo el policía.

Sí, algo despistado, creí que estaba en Lukansa, donde ayer vi pájaros muertos.

Cierto, allí también cayeron pájaros del cielo.

Ayer, pensó. Estoy muy lejos de Lukansa. No encontraba explicación a lo que estaba pasando. ¿Acaso lo habría soñado?

Subió al coche y conectó la llave no sin antes echar una ojeada al lago, lleno de peces muertos.

Se entristeció, toda esta situación le estaba afectando mucho. Necesitaba un café, a unos metros vio un bar, paró y entró.

Estaba tomando el café cuando sus ojos divisaron un periódico encima del mostrador. En grandes titulares ponía: “Miles de abejas están muriendo. Peligra la cadena de polinización”.

Un temblor recorrió todo su cuerpo, tuvo que sostenerse en la barra, ¿se estaría volviendo loco? Miró a su alrededor y todo parecía normal.

Parecían irreales los acontecimientos vividos en las últimas horas.

Pasó un largo rato con la mirada perdida.

Recordó cuando escapó de aquella habitación de un hotel sin rumbo, sin causa por la que sentirse vivo. El destino le mostró el camino de una manera extraña.

Respiró fuerte, pagó y salió a la carretera.

Era biólogo y lo había dejado por aquella depresión. Ahora era hora de volver.

Araceli Banyuls