domingo, 29 de noviembre de 2009

EL HOMBRE DEL TRAJE GRIS

("Mano escondida" Pintura de Domingo Barreres)
Parecía que iba a ser una mañana más en la vida de Frank Miller, banquero de profesión y triste de vocación. Siempre iba a trabajar con traje gris, cara muy pálida y serio, muy serio. Su rostro nos mostraba un tipo solitario y algo amargado. Decepcionado por la vida que le había tocado vivir.
Frank sabia que hoy no era un viernes cualquiera, era el último viernes de mes y los últimos viernes de mes subía a su coche y paseaba por el bulevar en busca de una prostituta que le diera lo que su mano no le daba, un poco de conversación a cambio de dinero.
Se dirigía a su banco, como de costumbre, dando un paseo desde su casa. Un sonido interrumpió su paseo. Era su teléfono móvil, un número desconocido aparecía en la pantalla y como no tenía muchos amigos, contestó sin muchas ganas.
-Dígame - dijo mientras se sentaba en un banco de la calle.
-¿Frank Miller?
-Si, soy yo.
-Buenos días. Soy el abogado de su tía Margaret.
-¿Mi tía Margaret?
-Si. La recuerda, ¿verdad?
-Por supuesto. ¿Qué quiere mi tía después de tanto tiempo?
-Veo que no lo sabe. Falleció hace dos días.
-No lo sabía.
-Quería comunicarle que está nombrado en su testamento.
-¿Quiere decir que mi tía me ha dejado algo en herencia?
-Sí, me gustaría que viniera cuanto antes a mi despacho.
-Ahora mismo.
-De acuerdo le espero.
Después de esa llamada, le había cambiado la cara. Tenía una leve sonrisa que parecía decir algo. Estaba ilusionado.
Se dirigió a la cita con el abogado. Lo hicieron esperar y por fin entró al despacho.
-Me alegro que viniera tan pronto.
-¿Tan urgente era?
-Para mí sí –dijo el abogado mientras descubría una jaula de madera con una gallina dentro.
-¿Qué es eso?
-Su herencia. Se llama Clotilde y era la mascota de su tía y quiso que cuidara de ella.
-Maldita bruja –susurró Frank.
-¿Decía?
- Será un placer cuidar a la gallina de mi tía – cogió la jaula, con rabia, y se marchó a casa.
Su casa era muy pequeña. Sólo tenía un dormitorio, un baño y una cocina-office, donde Frank hacía su vida. No sabía dónde ubicar a la gallina: en su baño, en la cocina. Decidió que dormiría con él.
No se sabe lo que pasó aquella noche, pero su vida cambio de repente. Sus trajes grises se convirtieron en blancos y su cara triste se convirtió en sonriente y llena de vida.
Y es que ya se sabe: “Gallina vieja hace buen caldo”.
Iván F. Chova

1 comentario:

  1. Gracias Adriana, por publicar los relatos y crear este Blog. Así podemos disfrutarlos con calma o leer el de aquellos compañeros que por alguna razón no escuchamos en clase.
    Todos los que acabas de subir me parecen de calidad y alguno que habia escuchado, despues de la corrección, lo encuentro muy mejorado. Felicidades a estos compañeros/as y espero seguir leyendo mas. Marga Iglesias

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