miércoles, 23 de enero de 2008

MANUAL DE INSTRUCCIONES

Homenaje a Julio Cortázar

CÓMO BAILAR
de Ivan Parra Ampuero


El bailar es una de las actividades más maravillosas de esta vida. Habrá que decidir que tipo de baile queremos practicar, solitario, acompañado, de exhibición, con acrobacias, street dance, lírico, streak dance, funky, etc.
Supongamos que sólo queremos bailar acompañado y sin ninguna floritura o exhibición. También supongamos que tenemos ya decidida la pareja con quien queremos bailar porque eso puede requerir otro tipo de instrucciones específicas sobre cómo pedir a una chica que nos acompañe a bailar.
Nos encontramos frente a nuestra pareja, aunque no sé porque se le llama pareja cuando el baile en sí puede resultar de lo más disparejo y desacompasado.
Supongamos además es un baile simple como un vals. No sé porque le llamo simple si puede ser lo más complicado y desgraciado, baste mirar a las parejas de recién casados.
Coja a su pareja por la cintura con la mano izquierda y con la derecha, junte su mano la de ella delicadamente, pero firme y elévela a la altura de la cabeza.
También vamos a suponer que los bailarines son de la misma estatura porque de lo contrario pueden darse figuras muy raras y contrahechas (como por ejemplo si el hombre mide 1.90cmts. y la chica 1.50cmts. o si la situación es a la inversa, peor aún.
Escuche la música y deslice su pié derecho hacia delante y la chica hacia atrás, y su pié izquierdo fléctelo a la altura del talón del pié derecho, luego el derecho a la altura del talón del pié izquierdo y así sucesivamente. Trate de dar pasos cortos o se parecerá al desgraciado novio antes mencionado. Una vez que esto está claro, trate de hacer giros cortos (por supuesto llevando a su compañera, ahora si decide dejarla por su cuenta, quizás innovará la forma de bailar el vals).
Seguramente tiene en mente a aquellos bailarines de las películas que hacen unos giros fastuosos y bailan con una gracia de alguien dotado. Si se ejercita, no es tan difícil, el único problema es que al final del baile las nauseas no se las quitará nadie, en su mareo trate de encontrar a su pareja y salgan del salón pues las cosas pueden ir a mayores
PARA SALIR DE UNA DEPRESIÓN
de Jesús Javier Juárez

A Iván

Si cuando nos trajeron a este mundo, llamado vida, no traíamos adjunto un libro de instrucciones o el que venía no incluye el apartado “Depresión: cómo librarnos de ella”, deberemos echar mano de nuestra imaginación más optimista. Aquí pongo la mía al servicio del lector.
Yo recomiendo situarse delante de un espejo en el que nos reflejemos de cuerpo entero. Lo siguiente será desnudarse ante nuestro propio reflejo mientras de fondo hemos hecho que sonara una canción divertida. El objetivo es sentirse ridículo al mismo tiempo que se olvidan los motivos básicos de nuestra triste decadencia. Una canción como “Macho Man” puede ayudar si al mismo tiempo se realizan movimientos espasmódicos o de pésimo escándalo, intentando hacer como si se bailase.
Tanto si logramos reírnos de nosotros mismos como si no, el siguiente paso es inflarse a comer chocolate.
Pero ahora en serio. Al mirarte al espejo céntrate en la parte de tu cuerpo desde la que veas cerca tu alma; asómate a tus ojos. Pregúntate. ¿Qué es lo que ves? No dudes de ti. Si ves a un niño sonriendo y lo asemejas a tu rostro de infante, ese niño sigues siendo tú. Amigo, eso significaría que ya estás saliendo de tu depresión, y aclaro que para salir debiste preciso antes haber entrado y haber pasado por ese pasillo oscuro y cuesta abajo. Empieza subiendo el primer peldaño de la escalera que ya asoma.
QUÉ HACER CON EL CALENDARIO DEL AÑO PASADO
de Concha Peiró Sancho


En primer lugar, se descuelga de la pared si es grande con gancho para colgar, o se quita de la mesa, si es de los pequeños y que durante todo el tiempo ha estado patas arriba, para dejar paso al nuevo, como se deja paso a un nuevo día, mes, año. El calendario simboliza el paso del tiempo y como él, no tiene marcha atrás. Puedes volver a pasar las hojas, una y otra vez, pero no te engañes, sólo será simbólicamente.Así que lo lógico será tirarlo a la basura aunque también puedes conservar alguna hoja, o mejor aún un día concreto, o dos, o tal vez muchos si el año ha sido pródigo en momentos maravillosos y olvidar los malos que te hayan podido ocurrir, como arrancando de tu vida lo negativo, al igual como arrancas las hojas de tu viejo calendario.
..............................................
.............................................
.............................................
CÓMO SE ENCIENDE UN TELEVISOR
de José Luis Uriarte
No es difícil, pensé; no me costará, decidí, no obstante ¿Cuándo lo hago?Me fije en el aparato, allí estaba, delante de mí, mirándome, incitándome, hablándome sin decir nada, pero reclamando mi atención para descubrirme todo lo que tenia dentro, todo lo que podía mostrarme. No obstante me dio miedo romper su silencio, que era, a su vez, mi silencio, romper su paz, que era la paz que en ese momento quería, sentía y tenía. No podía, pero lo hice, me levanté, me dirigí a él y lo encendí, me di la vuelta y me aleje.

CÓMO PONER LA FUNDA A UNA ALMOHADA
de Gabriela Julia Fernández-Yáñez

Primero y principal: la almohada no debe tener puesta la funda porque de lo contrario no hará falta ponerla. Habiéndonos cerciorado de esto, procederemos a realizar lo que debemos realizar.
Segundo paso: se meten las manos por dentro de la funda hasta llegar al otro extremo. Los brazos quedarán cubiertos por la funda y las manos se asomarán. Éste es el momento preciso para agarrar la almohada por las orejas o puntas tirando hacia uno mismo.

Tercer paso: en ese instante se suelta todo y se sacan las manos. Rápidamente tomamos a la almohada por el lado opuesto, la apoyamos en nuestro abdomen y tiramos de la funda hacia nosotros.

INSTRUCCIONES PARA ENTENDER EL PALAU DUCAL
de Gabriela Julia Fernández-Yáñez

Al acercarse al Palau Ducal desde el Ajuntament usted verá un gigantesco cuadrado de piedra similar a un terrón de azúcar. No tema, hay cosas peores.Primer paso: se debe pensar o visualizar que usted está entrando en el conocimiento de una mujer, del cuerpo de una mujer, más exactamente de Lucrecia Borja.Las mujeres en general tienen zonas muy visibles, amplias, claras; otras semivisibles y otras ocultas, húmedas y oscuras. En el caso de Lucrecia también hay que tener en cuenta que fue moneda de cambio y que por lo tanto en el Palau usted también encontrará estas zonas (como esas horribles y despersonalizadas aulas u oficinas). Es decir, algo hay que entregar para negociar.Segundo paso: las zonas visibles son lo que son pero lo que usted necesita saber es que dentro del Palau todo lo que vea no es lo que es. Por ejemplo, hay paredes que se mueven, espejos que no existen, puertas secretas, habitaciones ocultas, ventanas que se van achicando (por el llamado cortejo medieval), ventanas que comunican con el demonio y más. Como le digo, sospeche de todo que nada es lo que es.Paso final: entonces si usted tiene claro que no va a ver un edificio histórico, si no que va a hacer un recorrido por el cuerpo de una mujer, en este caso Lucrecia Borja, podrá entender todo lo que vea, toque o lea en el Palau Ducal de Gandía.Recuerde que lo peor que le puede pasar es encontrarse con una exposición de arte moderno dentro de sus salones. ¡Puaj!
CÓMO PICAR CEBOLLAS SIN LLORAR
de María Dolores Tatay

Podemos exponer tres teorías que nos dan diferentes soluciones sobre la forma más adecuada de picar cebollas sin llorar.La primera dice que hay que hacerlo con un cuchillo bien afilado y mientras se corta la cebolla, dejar ésta debajo del grifo abierto, para que el agua lave la cebolla y no nos lleguen sus efluvios, con lo cual no lloraremos.La segunda presupone que si la persona que realiza la tarea tiene los ojos oscuros estará ya de por sí protegida del llanto, pues sólo los ojos claros son sensibles a la cebolla.Y la tercera, que yo les recomiendo, consiste en hacerlo provisto de unas buenas gafas de buceo. ¡Es infalible!
INSTRUCCIONES PARA MATAR HORMIGAS EN GANDÍA
de Xelo Miranda

Miles de hormigas, como guerreros malditos, recorren entre adoquines las calles de Gandía. Perpetran fechorías, devoran la epopeya de esta ciudad ducal. Armados a su firme paso, con sus potentes mandíbulas, trituran en bibliotecas historias, relatos, gestas... invaden hogares y ansían hasta las almas de sus pobladores. Y comen y comen, mientras engullen los sueños escondidos en álbumes de fotografías. Son ánimas que vagan desesperadas en un océano, como olas que no descansan nunca.
Leyes, planes instrucciones... no están más que recogidos en las mentes de unos pocos supervivientes que, cada noche, se refugian en los claustros del convento de Santa Clara, en los que se oye el silencio que crece como un cáncer. Arriba, las novicias entretienen a las hormigas preparando los mejores dulces, hasta que sacian a sus ávidos estómagos y harto satisfechas regresan a la profundidad de sus hormigueros.
¿Cómo derrotar a tan ferviente negro éjercito, que bajo el negro manto de la noche desvela la vigía de los pocos que quedan?
-¿A qué temen?
- A la luna llena.
-Pues... hablemos con ella.
-Sí, pero ¿Qué nos pedirán a cambio?- Sólo se oye silencio.
Susurrando, encaramados en la roja y metálica pasarela, al final del paseo, conversan con recelo con la bella luna llena, que les dice: "En las noches venideras deberéis dejar, en las puertas de cada casa, los mechones más rubios de vuestros hijos en pozales llenos de agua; también servirán los cabellos blancos de los más ancianos, repartidlos por doquier y esas noches no abandonéis ya vuestros hogares, porque aunque yo no sea la fulgurante y redonda Artemisa, tened por seguro que mi luz las cegará, deslumbrando sobre pozales repletos de plateados cabellos”.
Y así fue. Como hojas de árbol secas fueron cayendo, confundidas por el ciclo de la luna, emitiendo desgarradores sonidos que se perdían en las noches blancas. Mientras la luna montada en lo alto del Mondúver reía y reía con su media cara. Y tanto rió que quedó empachada de nuevo, abotagada como un globo que no deja de crecer y asustada perdió el equilibrio de lo gorda que era.
-¡Rápido, a por la pólvora, hay que deshincharla!- gritaron.
Y sobre un cielo confuso, subieron destellos de colores que explotaban en su inmensa amarilla cara. Retomando su mediana forma poco a poco, aliviada, resollando más tranquila.
Así que no pidió más nada; que la dejaran tranquila; no pidió precio alguno por tan gran favor, acóstandose bien pronto esa noche, de lo cansada que estaba...
Sólo sabed que quedó escrito sobre un peldaño secreto del viejo convento. "Cada vez que la luna ría tan a gusto, deberemos llenar la noche de colores, de olor a pólvora y estruendos, para no oir su temible burlona risa y para que no nos reviente de gorda”.

martes, 22 de enero de 2008

SEX...? Una palabra, muchos significados

Apenas podía andar pero sabía que si proseguía llegaría hasta el final. Sus pasos describían un par de líneas continuas, mientras sus gotas de sudor se evaporaban antes de llegar a la arena, vista se nublaba conforme iba llegando al mediodía. Cuando parecía que todo estaba a punto de terminar allá a lo lejos, apenas perceptible, un cartel luminoso indicaba… 7 km. Sexshop.

¡7 km! ¡Dios mío! ¡No puedo desfallecer! Tenía tanta sed que su lengua se pegaba al paladar. Distraer la mente, es lo que debo hacer – pensó, empezó a canturrear una canción que recordaba desde niño mientras continuaba caminando acompasadamente y de forma regular; no quería sudar demasiado porque sabía que no llegaría al sexshop donde podrían ayudarle. Tenía gracia la cosa. De todas las casas o bares que hubiera podido encontrar, se tropezaba con una tienda de ese estilo.

Pero bueno, las cosas son como son, allí le darían agua y seguramente algo más. La sola idea lo comenzó a excitar y se olvidó del sudor. Ahora, su único anhelo era llegar y satisfacer su sed y seguramente otras necesidades.

Su imaginación se entretenía en evocar desnudos exóticos, lupanares llenos de mil y una diversiones, se olvidó del canturreo y se veía besando, bebiendo, sintiendo cosas que iban más allá de la imaginación más fértil.

De pronto llegó al lugar y presintió la realidad, este sexshop había dejado de existir hacía ya muchos años. Ahora era un lugar desierto.

Carles García, Concha Peiró Sancho, Iván Parra Ampuero


Malena es adicta a los placeres prohibidos, de la vida bohemia y a veces sucia, de locales turbios y pestilentes y de las malas compañías. Viste provocando y también camina así, insinuando todo lo que desea poseer, marcando su cigarrillo con el brillo del pintalabios.

A Malena le gusta bailar bajo los calientes focos rojos, lo hace por gusto y por trabajo así que cada tarde se enfunda un bonito corsé también rojo, unas altas botas de plataforma, una larga cabellera rosa postiza y se dirige al sexshop de la esquina de su barrio, moviendo su cadera de lado a lado, como tropezando con las paredes.

No se sentía plena ese día, ese movimiento de caderas era un poco por obedecer el rol que estaba jugando. Sí, era la puta del barrio, pero poco le importaba lo que la gente dijera u opinara.
Tomó posición en su acostumbrado lugar, pero notó algo extraño en la atmósfera del lugar. No sabía si achacarlo a su estado de ánimo o verdaderamente ocurría algo. Comenzó a bailar y desde su posición trato de buscar a sus conocidos, compañeros de farras y juergas, tampoco andaba por allí su proveedor de crack, incluso la música era diferente. Definitivamente este sexshop estaba cambiando de ambiente. De pronto notó algo definitivamente extraño, había dos tipos con cara de maderos en el extremo de la barra.Después de observarlos largamente, llegó a la conclusión de que los dos policías le sonaban, que le eran extrañamente familiares. Así que con pasos decididos, caminó directamente y sin ningún tipo de preámbulo, les preguntó quienes eran y que hacían en este lugar. Hernández y Fernández contestaron al unísono. Estamos buscando a Milú y tenemos varias sospechas de que se encuentra aquí. Malena sin inmutarse en lo más mínimo, les contestó: Lo siento, pero se han equivocado de sexshop y de cuento. Y colorín colorado con el sexo hemos topado
Xelo Miranda, Iván Parra Ampuero, Carles García.


Irene estaba emocionada y excitada. Tenía 30 años recién cumplidos y todavía no había entrado nunca en un Sex Shop. Ahora, era ella la encargada de comprar las típicas chorradas que se adquieren para las despedidas de soltera. Su amiga Laura, después de 10 años de convivencia quería formalizar su relación. Temerosa e intimidada, fumaba un cigarrilllo a las puertas del establecimiento. Finalmente, se decidió a entrar.¡Oh!... no podía creer lo que sus ojos veían, era maravilloso, nunca pensó que aquello podía existir; era un mundo nuevo lleno de amor y pasión que, para ella, nunca habia existido. Se recreó en aquella increible y deliciosa tienda de objetos, llamada "Sex SHOP", y se quedó pensando: Quería, pero no quería, sentir, experimentar las sensaciones, que desde los distintos estantes, carteles y letreros le decían, en un susurro, el mundo que nunca penso podría existir.

Se mojó los labios con una cremita afrodisíaca, y se puso a tono, muy a tono; cogió y tocó los "dildos" gigantescos que giraban y giraban e imaginó semejante tamaño "perforando sus intimidades". ¿Y qué me dices de aquel vibrador que te lo introduces en el momento menos pensado, o en la comida más aburrida con tus suegros? le das al mando a distancia y ¡a gozar! ¡Que te tiemblen las piernas y taconeen los pies! bajo el mantel de la aburrida mesa, con los contertulios que verán como tu rostro enrojece, tu sonrisa se tuerce, tu respiración se acelera, jadeas y alguien pregunta.-"¿Qué pasa Irene, te encuentras bien?". Y tú, sonríes y contestas. -"¡Nunca había estado mejor...!"Así que, mientras sus pensamientos se desvanecían al oir a la dependienta preguntar: -"¿Lo tiene claro señora?"-, abrió su enorme bolso y decidió que todos esos juguetitos se iban a ir con ella, ya buscaría otro ratito pata comprarle a Laura otras "cositas", que lo del Sex Shop le había encantado.

-"¡Volveré, juro que volveré!- balbuceó al salir.
Ana Llopis, José Luis Uriarte y Xelo Miranda


Era una noche fría, lluviosa, en definitiva una noche desapacible, en la que el mundo se había "parado". No había nadie en las calles de aquella pequeña ciudad; sólo las sombras de las pocas farolas encendidas y de algún comercio con su escaparate alumbrado ponían “vida” en aquel lugar. De pronto, por una esquina de un pequeño comercio de sexshop aparecía un hombre trajeado, que se detuvo curioso ante el llamativo escaparate. Su aspecto de respetado caballero contrastaba con los consoladores y aparatos sexuales que se ofertaban en el sexshop. Pero a él, no parecía importarle. Sin pensar, en la lluvia que caía o las pocas personas que nos habíamos atrevido a transitar esa noche, se aferró al espejo como intentando conocer mejor lo que había en el interior. Parecía estar contento, por esa sonrisa picarona que se dibujaba en su rostro. De repente, giró bruscamente sobre sus pies y me miró.

La sorpresa fue tan grande que no pude reaccionar. ¿Cómo podía ser? ¿No estaba muerto? ¿Era él realmente? ¿Mirando el escaparate de un sexshop? Sí, era él, el desgraciado pervertido que abusando de su poder, autoridad y confianza nos había violado a todos los que le gustábamos. ¡Maldita casa de acogida!

Saqué mi navaja, con la otra mano le agarré los testículos y con un movimiento rápido se los corté. La sonrisa ya no estaba en su rostro. Fui feliz.

José Luis Uriarte, Ana Llopis y Gabriela Fernández-Yáñez

En esa ciudad marítima sólo había dos sex-shops. Uno estaba en la playa, cerca de los hoteles y el otro estaba en el pueblo propiamente dicho. Lo curioso de estos establecimientos era que nunca se veía a nadie entrar, ni salir. A pesar de esta curiosidad, sobrevivían económicamente, es decir, que no estaban en quiebra o fundidos. Sorprendente, ¿verdad?.

Decidimos indagar y entramos en el de la playa a dar una mirada como hacen los clientes de este tipo de negocio, antes de comprar. Para ser una tienda, estaba bastante pobre de luz, y una rubia descotada presidía un mostrador mientras fumaba un pitillo con actitud provocadora. Ojeamos distraídamente falos andantes; falos rojos, azules, grandes, pequeños… mientras nos hacíamos una idea del conjunto del local; no era grande ni tampoco pequeño, de forma cuadrada y recubierto de estanterías, excepto la pared del mostrador que tenía este mueble y cajones de diferentes tamaños. De pronto, al fondo descubrimos una puerta de color rojo con un letrero que decía: Final del Sex-Shop.

¿A qué se referiría ese letrero con “Final del Sex-Shop”? Pensamos que si fuera un puerta de salida debería poner “Exit”. Ambos coincidimos en este razonamiento y nos picó la curiosidad. Nos acercamos a la puerta misteriosa y roja. Dudamos en un último instante, ¿estaría prohibido pasar? La rubia que fumaba despechada no alcanzaba a vernos. De seguido escuchamos algo de ajetreo detrás de la puerta y una voz que cortando el movimiento gritaba -¡Silencio!- Abrimos la puerta y entonces caímos en la cuenta de que estábamos interrumpiendo una escena de una película porno.

Gabriela Fernández-Yáñez, Concha Peiró Sancho, Jesús Javier Juárez