Ni el grueso chaquetón, le hacía frente. Los dientes le castañeaban, los carámbanos caían como gélidas espinas. No le importó. Trepó por el resbaladizo tejado, con las herramientas en una mano, cuidando de no caer. Llegó a la meta. La maldita parrilla metálica, estaba retorcida y medio caída. Se aferró a un saliente con una mano, el viento era ensordecedor. Enderezó la antena lo mejor que pudo, la afianzó con un grueso cable ¡Ahora sí que estaba segura! Una nieve fina y copiosa, lo acompañó en la bajada, lo hizo con sumo cuidado. Después de luchar contra viento, frio y nieve, cerró la puerta de la casa tras de sí.
Se puso ropa seca, encendió la chimenea y con una cerveza en una mano y un cúter en la otra, se dispuso a cortar la enorme caja de cartón, entre sorbo y sorbo de cruz campo.
¡Por fin, su tesoro! Colocó el plasma de 50 pulgadas y lo enchufó a la red y a la antena ¡Abra cadabra! Funcionaba a las mil maravillas. Había merecido la pena luchar contra los elementos. ¡ahora vería divinamente el “Recre—Valencia”
Se puso ropa seca, encendió la chimenea y con una cerveza en una mano y un cúter en la otra, se dispuso a cortar la enorme caja de cartón, entre sorbo y sorbo de cruz campo.
¡Por fin, su tesoro! Colocó el plasma de 50 pulgadas y lo enchufó a la red y a la antena ¡Abra cadabra! Funcionaba a las mil maravillas. Había merecido la pena luchar contra los elementos. ¡ahora vería divinamente el “Recre—Valencia”
Mary Carmen Silvera
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