lunes, 12 de abril de 2010

EL MEDALLÓN

No sabía las desgracias que iba a traer a este mundo el día que abrió el féretro de Fra Angélico.
Piero “il Bambino”, era un vulgar ratero con aspiraciones a ladrón de guante blanco. Su primer gran robo iba a ser el medallón de la expulsión de Adán y Eva del paraíso que, supuestamente, llevaba el fraile en el cuello el día que lo enterraron. Al abrir la tumba y retirar la tapa del ataúd, vio la osamenta convertida en ceniza del religioso. Entre todo ese polvo grisáceo se podía contemplar una cadena de oro que sujetaba “il medaglione”, cogió la medalla, dejó el panteón como estaba y salió corriendo del convento de los Dominicos.
Cruzó un campo de vid pero al otro lado le esperaba la policía, éste al verlos arrojó el colgante. Fue abatido a tiros por los agentes, que buscaron, sin éxito, lo había robado.
Un pastor estaba con su rebaño pastando por la zona, mientras se daba placer con una de las ovejas, descubrió algo brillante. Dejó al animal, que salió por piernas del lugar, y recogió entre las malezas la joya y se la colgó del cuello.
Iba luciendo collar, cuando uno de los ovinos decidió tomarse la justicia por su mano tirando, de un cabezazo, al ganadero por el barranco, causándole una muerte inminente.
Tras la caída, el medallón salió despedido hacia el río. Su corriente lo llevó a la desembocadura donde un mendigo acababa de matar a su compañero por una lata de albóndigas caducada, al agacharse vio la joya y se la guardó en su vieja gabardina, más tarde se dirigió a la ciudad donde fue atropellado por un turismo que circulaba a gran velocidad. El acalorado conductor paró y ante lo ocurrido, decidió abandonar el lugar, no sin antes arrebatarle de sus manos, sin vida, el collar de oro.
Al llegar a su casa, le esperaba una de sus amantes con un niño en brazos, recién nacido, ella le pidió que se quedara con el pequeño, pero éste lo rechazó. La joven cogió un cuchillo y asestó dieciséis puñaladas al supuesto padre, más tarde abandonó el bebé en un convento.
Uno de los frailes escuchó el llanto de una criatura y al abrir la puerta vio al bebé, de él colgaba un presente. Descubrió, girando para verificarlo, que era el auténtico medallón de Fra Angélico, robado hacia unos días. En su reverso rezaba: Sólo el que sea puro de corazón, será digno de llevar el medallón.
Iván F. Chova

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