lunes, 20 de diciembre de 2010

TIERRA TRÁGAME

¡Tierra trágame! —exclamó Alicia, enfundada en su abrigo beige, los dedos agarrotados por el frío buscaban protección dentro de los bolsillos. Del brazo colgaba una bolsa de Mercadona y en ella un termo de caldito bien caliente para pasar esas primeras horas de la mañana.

No puede ser —pensó, la silueta de su amiga Juana se perfilaba cada vez más nítida en la distancia, diluida en las brumas del amanecer. Juana la triunfadora, la personificación del éxito se acercaba hacia donde ella se encontraba.

Huir fue lo primero que pensó Alicia, pero no podía perder la prestación por desempleo, ocultarse era inútil, era la segunda en la cola del INEM que a esas horas, 5:30 de la mañana sólo la componían dos personas más.

Alicia, observaba impertérrita como aquella figura, otrora cómplice y hoy siniestra, se iba aproximando a la misma rapidez que el castillo de naipes, que era su vida, se derrumbaba ante el primer atisbo de verdad.

No, no era empresaria de éxito, no llevaba a sus hijos al colegio alemán, no tenía un Ferrari ni disfrutaba todos los años de unas merecidas vacaciones en su apartamento de París.

Toda esa farsa para encajar en el grupo de Juana, para sentirse una más en aquel círculo exclusivo, para ser la envidia de todas. Todo iba a acabar en cuanto Juana alzara la cara y la viera, cinco metros, cuatro, tres.

Pero Juana no paró. Por increíble e imposible que parezca no levantó la cabeza. Con un quiebro que seguramente le produjera una pequeña distensión ligamentosa pasó por el lado de Alicia sin pararse, porque en la cabeza de Juana, la triunfadora, atronaba una frase agónica: yo pierdo la prestación pero no me paro ni loca.

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