martes, 23 de noviembre de 2010

ERA UN E.R.E.

Le gustaba la informática. Cuando era niño, Juan se había fabricado un teclado con un pedazo de cartón de la caja de embalaje de la lavadora, que su madre acababa de comprar. Con un rotulador negro y cuidadosamente había dibujado cifras y letras dentro de cuadrículas, que simulaban el mosaico de las teclas. A partir de ahí las posibilidades eran infinitas, todas las que le permitían su imaginación infantil. Sus padres cuando lo vieron se intercambiaron las miradas; pero los tiempos no estaban para gastos extras.

Juan y su mejor amigo Pedro habían compartido bastantes horas de juego en su infancia y alguna que otra juerga en su adolescencia. Después, en su etapa universitaria sus vidas se habían alejado. Realmente hacía mucho tiempo que nada sabían el uno del otro.

El primero, había acabado su carrera de ingeniero informático y su pericia en el manejo del ordenador le había llevado a trabajar en una importante empresa del sector. El segundo, con su flamante título en A.D.E.(Administración de Empresas) había obtenido trabajo en la Compañía A.I.V.(Asesoramiento Integral Verdadero).

Aquella mañana, Juan, después de acompañar a sus hijos al colegio “poco” más tenía que hacer: comprar el pan, ir al supermercado, poner la lavadora, preparar la comida para cuando su mujer saliera del trabajo…Estas eran sus funciones desde que su empresa hubiera sufrido un E.R.E. (Expediente de Regulación de Empresas) por el que él y doce de sus compañeros habían sido despedidos.

Por la tarde tenía concertada una entrevista de trabajo. La había conseguido después de leer un anuncio en el periódico, donde se buscaba: “informático con amplia experiencia”. Y ese era justamente, su caso.

Le hicieron pasar a una salita, la secretaria le rogó que esperara. En la puerta situada frente a su silla un cartel indicaba:

PEDRO MARQUEZ

Director de personal.

Lola Júdez López

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