Hacia unos minutos que Juan había entrado en el bar “El SaleroSO”, se sentó en una mesa y espero a que viniera Pedro, aquel amigo de la infancia.
Estaba nervioso, deseando que el tiempo pasara y llegara el momento de encontrarse, ¿le reconocería?; la verdad es que había pensado muchas veces en él pero no coincidieron, y de pronto recibe una llamada, Pedro quiere verle, a Juan le da un vuelco el corazón, también quiere verle.
La cita era ese día a las 5. Se llevó la taza de café a los labios cuando notó que algo rozaba su espalda, dejó la taza en el plato y se volvió, por unos minutos se miraron sin saber qué hacer hasta que Juan se levantó y se abrazaron efusivamente.
Al separarse pronunciaron las mismas palabras: balón- planta y acción. Se sentaron, Pedro pidió un cortado y comenzó a hablar.
—No estuvo mal el castigo, gracias a él hice la carrera de biología y jardinería.
Juan sonrió asombrado —Yo también estudié lo mismo.¿Podríamos montar algo juntos, parece que el destino nos vuelve a unir?
Se hizo un largo silencio, lo rompió Juan diciendo palabras entrecortadas.
—Me has dejado algo perplejo, veo en tus ojos el amor y me gusta, no sé si sabré corresponderte, pero algo me dice que quiero intentarlo.
Las horas se escaparon
sin que se dieran cuenta,
las luces del bar a medio gas.
Le dieron a la cita un encanto otoñal.
Las manos de Juan y Pedro
se acercaban temblorosas,
al rozarse, una energía los envolvió.
La sonrisa se enamoró de sus labios,
el corazón advirtió,
—estos amores son dolorosos.
Nos atrevemos dijeron al unísono.
Y ya lo creo que se atrevieron.
Araceli Banyuls
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