domingo, 8 de enero de 2012

LA OFUSCACIÓN

Mi amigo Pedro es el típico tío sencillo y campechano, que ha tenido que ganarse con su sudorcada uno de los logros que ha ido consiguiendo en su vida. Es la típica persona que todos echamos de menos en una cena de amigos o en una conversación sobre política. Esta mañana mientras hacia footing he recordado el único y último viaje que hicimos juntos. Pedro, como no podría de ser de otra forma, sólo estuvo enamorado una vez, la afortunada o desafortunada, según los ojos que vean esta historia fue Rebeca, una joven catalana, que terminó dejándolo por un chico más optimista, ese fue su argumento, al menos el que utilizó conmigo.

El viaje tuvo lugar porque Pedro ya no concebía la vida como vida, sino como una sucesión de días en los que ya ninguna mujer volvería a llamar su atención. Cuando volvimos de Roma, también dejaron de interesarle los viajes, me dijo con voz muy seria en el aeropuerto: “Ni italianas, ni españolas. Ni viajes, ni amor. He de aceptar que todas las mujeres terminarán dejándome.”A día de hoy, sigue exactamente igual, le hemos organizado mil cenas, varias citas a ciegas y nada, mujer que ve, mujer que sale corriendo.

En fin, todo este rollo para explicar que siempre había pensado que Pedro era un tío pesimista, pero ahora me doy cuenta de que no, tan solo es un tío de ideas fijas, demasiado fijas. Ayer, mientras tomábamos un café en un centro comercial, le propuse tomar un trocito de pastel de naranja y chocolate, una amiga del trabajo me había comentado alguna vez que era la mejor tarta de la ciudad. Y ante mi asombro, su respuesta fue la siguiente: “Ni loco pruebo yo una tarta que te ha recomendado una tía del trabajo, porque claro, ¿qué quiere, eh?, ¿qué quiere esa tía?, casarse contigo y luego abandonarte, como hizo Rebeca. Nada, nada, la tartita para ti. Además, no pruebo las naranjas desde hace un par de años, tuve una reacción alérgica y aunque el médico intentó convencerme de lo contrario, no tengo duda de que me lo provocó el zumo que había tomado esa mañana, un zumo hecho con unas naranjas que me dio mi vecina. ¿Por qué sabes lo que quería mi vecina, no?, fácil, quería que me pusiera enfermo, cuidarme, enamorarme y luego…”

“Sí, Pedro sí, abandonarte como hizo Rebeca”

Irene Cantó Alamá

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