lunes, 11 de abril de 2011

LA LOCA DE LOS GATOS

¡No corras pequeña muda, te vamos a coger igual! —gritaba Nicolás el cabecilla de los gamberros de la clase seguido por dos de sus secuaces mientras perseguían con muy malas intenciones a la pobre Isabel que cruzaba el descampado intentando escapar. Al llegar a la vieja fabrica de gaseosas, se dio por vencida, sus pequeños pulmones le dijeron basta. Apoyó su mano en una de las paredes para abastecerse de oxigeno pero los tres chicos le dieron caza —Te vamos a enseñar a hablar a tortas —le dijo uno de ellos.
Isabel sabía hablar pero no le gustaba hacerlo si no era preciso. Prefería callar que malgastar saliva diciendo tonterías por eso la burla de todos sus compañeros, que siempre la dejaban de lado. El temible Nicolás siempre iba más lejos y le gustaba hacerse el hombrecito usando su fuerza contra la pequeña muda.
Al verse acorralada por aquellos prototipos fallidos de persona, Isabel cerró sus ojos intentado no ver llegar los golpes pero unos maullidos ensordecedores se los volvieron hacer abrir.
Siete gatos salieron de la grieta de una de las ventanas tapiadas de la vieja fábrica abalanzándose contra los tres niños y haciendo servir sus zarpas y sus pequeños colmillos como arma de destrucción masiva contra aquellas caritas sonrojadas que se llenaban de surcos rojizos.
Cuando la sangría cesó, los tres pequeños acosadores corrieron llorando en busca de agua oxigenada y consuelo, Isabel atónita por lo sucedido juró lealtad a los gatos.
Nadie en el pueblo sabía de dónde había salido aquella anciana que vivía en la casa del antiguo párroco. Vestía un batín de color verde y tenía millones de gatos, sólo salía de casa para ir a la iglesia. Los pequeños felinos le seguían por las calles en procesión pero, al llegar a la puerta de la casa del Señor, les decía —hasta que no os enseñen a santiguaros no podéis entrar y ellos la esperaban fuera.
Rezaba diez minutos, se acercaba al altar y le susurraba al Jesús crucificado siempre el mismo deseo.
Se contaban mil leyendas sobre la loca de los gatos: que en su juventud había sido Catwoman, que una vez liberó a los tigres de un circo y atacaron a toda una pedanía mientras ella reía cabalgando a lomos de un león, que tuvo un novio pescadero y sus gatos se lo comieron.
Aunque parezca insólito, todas aquellas historias eran verdaderas.
Isabel murió hace mucho tiempo pero Dios le concedió el deseo que tanto anhelaba y ahora es la única persona que habita en el cielo de los gatos.
—Y colorón colorado este cuento se ha acabado, cierra los ojitos y a dormir, que mañana te espera un día muy duro, porque papá te va a enseñar a cazar ratones.

Francisco Escrivà Costa

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