lunes, 11 de abril de 2011

JUSTICIA CANINA

Con la mirada fija en el televisor, Alberto no daba crédito a sus oídos. El locutor seguía informando: don Baldomero Almenar Tercero ha fallecido de forma repentina mientras dormía. Su mayordomo le ha encontrado esta mañana al ir a despertarle. Existe gran expectación por el destino de su gran fortuna ya que no se le conoce familiar alguno.

Alberto dejó de escuchar, de pie, en aquella miserable habitación de paredes desconchadas, estalló de júbilo, ¡por fin mi sueño se ha hecho realidad! Pronto dejaría atrás aquellos años de miseria, aquella obsesión por conocer al detalle la vida de su miserable tío.

Salió apresuradamente de su casa. Unos minutos más tarde se encontraba cara a cara con el señor Pérez, abogado de don Baldomero. Éste le miraba sorprendido sin acabar de comprender el motivo de aquella extraña visita. El desconocido de aspecto sospechoso no dejaba de balbucear que él era el único sobrino del señor Almenar y, por tanto, heredero de sus bienes.

Tras pedirle un poco de calma y la correspondiente identificación, el letrado, ante el cariz que iban tomando las cosas, se apresuró a buscar el testamento y sin más preámbulo procedió a su lectura. Alberto no le prestó atención. Sólo podía pensar en su nueva vida llena de lujo y placeres. De pronto unas alarmantes palabras le devolvieron a la realidad, “por tanto, nombro como heredero universal de todos mis bienes a Otto, mi único y fiel amigo…” ¡un momento! ¿Quién es ese tal Otto?, gritó fuera de sí. Don Faustino, impasible, dirigió la mirada hacia un rincón de la estancia. Allí, repantigado sobre un sillón se encontraba un feo y enorme bulldog. Alberto no salía de su estupor. Había que hacer algo y pronto. El señor Pérez adivinó de inmediato su pensamiento. Sin reparo alguno le propuso hacer pequeños retoques en el testamento, al fin y al cabo nadie tendría por qué enterarse. Albero sonrió aliviado. El abogado no perdió el tiempo con sutilezas, sacó el tipex del cajón, y en un abrir y cerrar de ojos el nuevo documento quedó listo. Sonrió satisfecho por su audacia. Entre los cambios pertinentes había incluido el de administrador único: Don Faustino Pérez Pérez.

Un gruñido sospechoso le hizo levantar la cabeza. Se quedo mirando a los dos seres que tenía ante sí. Aquel imbécil sería fácil de controlar pero ¿y el perro? Aquella mirada llena de inteligencia le inspiraba temor. Procuraría tenerle siempre contento por si las moscas, decidió lleno de aprensión.

Concha Blasco - Elisa Díaz - Pepita García - Presen Jiménez -

Iván Fornes- Mª José Frasquet - Encarna Koninckx

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