viernes, 28 de noviembre de 2008

El solar

Cerré los ojos; aspiré profundamente el aire con aromas de pasado, y entonces, comenzaron a emerger de mi mente antiguas imágenes veladas por la ocre pátina del tiempo. Me veía con pantalón corto de tirantes de tela, flaco, desgarbado y con una mirada soñadora. Percibí dentro de mí un sonido de disco de pizarra que desgranaba los compases de una copla de Juanita Reina, entonada por la dulce y melodiosa voz de Dª Antonia, mi madre.
En los corredores de aquella “corrala”, las vecinas trajinaban en sus quehaceres, pero sin dejar de prestar atención a la copla que cantaba su vecina.
En el ambiente, flotaba un delicioso olor a pan recién cocido en la tahona ubicada en los bajos de la casa; me embargó una placentera sensación de tranquilidad, de sosiego, de cariño…
-¡Oiga, señor! ¿Se encuentra bien?
Turbado, abrí los ojos, encontrando frente a mí a un chiquillo que me observaba con aire de preocupación. Me hallaba sentado sobre un montículo de escombro, acariciado por el tibio sol de Septiembre, dentro de un solar donde hacía muchos, muchos años, se levantaba la casa en la que vi mi primera luz.

Miguel Vázquez Mesa

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